Contenido por: Cliserio Cortes Aguirre, Hugo Antonio Espinoza Ramírez, Lourdes Gabriela García Regalado Aquino, Mauro César Lozano López, Maribel Maldonado García, Norma Angélica Téllez Hernández.
Editado por: Alejandra Glía Sánchez G., Asistente de Proyectos en PIT Policy Lab.
El Internet de las Cosas (IoT por sus siglas en inglés, Internet of Things), es una tecnología emergente que interconecta varios dispositivos inteligentes mediante el uso de la red. Su objetivo es recopilar datos y ejecutar acciones que permitan mejorar la calidad de vida de las personas y hacer más accesible el uso de tecnologías digitales. Para el despliegue del IoT, se requieren cuatro elementos: contar con una conexión a Internet, tener dispositivos inteligentes que se puedan conectar de manera inalámbrica a la red, contar con una plataforma de control y un usuario que determine las tareas que se deban realizar. En la actualidad, el IoT ha ido ganando mayor relevancia para las personas usuarias, toda vez que aumenta la cantidad de dispositivos interconectados e interoperables que forman parte del día a día de estas personas.
Una de las ventajas más significativas que ofrece el IoT es la capacidad de conectarse a la red, permitiendo su acceso desde GPS, teléfonos, televisores y asistentes inteligentes como Alexa, Cortana, Amazon Echo, entre otros. Otra ventaja es la comunicación con el entorno directo, por ejemplo, las casas inteligentes permiten realizar tareas como abrir o cerrar puertas o recibir un estatus de la habitación en la que te encuentras, todo al alcance de un click.
Esta tecnología tiene un gran potencial más allá de los hogares. Puede abrir oportunidades interesantes para la industria (IIoT por sus siglas en inglés, Industrial Internet of Things), tanto en sectores como alimentos, farmacéutico, agrícola, entre otros. Por ejemplo, el contar con sensores inteligentes en los dispositivos puede mejorar las utilidades y la eficiencia. Una simple estadística de consumo puede mostrar cambios que podrían realizarse para ahorrar tiempo o dinero. Además, el IIoT puede tener aplicaciones de seguridad; cerraduras, alarmas y cámaras inteligentes pueden reforzar la protección de los lugares de trabajo.
El seguimiento y control de operaciones de infraestructura urbana y rural, como puentes, vías férreas y parques eólicos, es una aplicación clave del IoT. La infraestructura del IoT puede utilizarse para seguir cualquier evento o cambio en las condiciones estructurales que puedan comprometer la seguridad e incrementar el riesgo de accidentes y desastres. Un ejemplo concreto del uso de IoT en materia de medio ambiente es la empresa española Libelium, que colocó sensores en los alrededores del volcán Masaya en Nicaragua, para que, a partir de los datos obtenidos, se pueda anticipar la acción en caso de posibles erupciones. Asimismo, se estudian los gases tóxicos y cómo afectan a la población que vive en las inmediaciones del volcán.
El IoT encamina a la humanidad hacia un mundo interconectado de forma ininterrumpida, prometiendo una vida con mayor confort y bienestar. Sin embargo, hay que tener en cuenta que también existen ciertas desventajas y posibles riesgos relacionados con el IoT. Uno de éstos es que la información que viaja por la red no se encuentra cifrada, sino en formato legible o no codificado, lo que la hace un blanco fácil para hackers que pueden robar datos privados de una agencia, gobierno, empresa o persona. Otro punto a considerar sobre el IoT es que requiere de una inversión considerable previa para que funcione en condiciones óptimas. En otras palabras, se requiere adquirir dispositivos con la tecnología mínima suficiente para poder conectarse a Internet.
Por su parte, la brecha tecnológica es un área de oportunidad del IoT. Es decir, las condiciones socio-económicas y técnicas que determinan qué personas pueden acceder a la tecnología y cuáles no. Esto es especialmente notable cuando se compara el acceso a Internet entre distintos países, así como entre entornos urbanos y el medio rural. La brecha tecnológica también se refiere a las desigualdades que se reflejan en todas las nuevas tecnologías de la información y comunicaciones (TICs) como telefonía móvil, banda ancha y computadoras personales. El impacto que generan tales diferencias es muy significativo, al grado que a dicha brecha suele llamársele el “segundo analfabetismo”, agravando las desigualdades, la falta de oportunidades y la pobreza. Es importante reconocer que la tecnología no es un lujo, sino una necesidad básica para abordar los retos que hoy enfrenta el ser humano, en particular en un contexto pandémico.
Tomando en consideración que uno de los elementos fundamentales del Internet de las Cosas es contar con una conexión a Internet, en el plano nacional mexicano resulta fundamental priorizar la conectividad de las personas para abatir la brecha digital. El 17° Estudio sobre los Hábitos de los Usuarios de Internet en México 2021 precisa que las personas no usan el Internet porque no saben cómo hacerlo y porque con sus ingresos no les es suficiente para pagar por el servicio. Es por esto indispensable que el gobierno proporcione una Cobertura Universal de Internet a la ciudadanía acompañada del desarrollo de habilidades digitales para navegar de forma segura y productiva.
Los teléfonos inteligentes son los dispositivos de conectividad de mayor adopción y pueden ser utilizados para mejorar la comunicación entre ciudadanía e instituciones públicas. En este sentido, la existencia de equipamiento e infraestructura proporcionada por el gobierno, así como el desarrollo de sistemas de procesamiento adecuado de datos, son el principal componente para la implementación de aplicaciones de este tipo en el sector público. De igual manera, es uno de los medios para mejorar la calidad de la información y los servicios que se proporcionan, generando redes de participación para optimizar la gestión del gobierno e impulsar la economía digital.
Dentro de los diversos usos de una Cobertura Universal a Internet, mediante el uso de IoT se pueden recopilar datos e implementar recursos para ayudar a que los servicios públicos tengan una mayor eficiencia y alcance en sus procesos. En este sentido, tomando en cuenta que todo dispositivo inteligente es una fuente de datos, el gobierno debe impulsar políticas de gobernanza de datos que protejan la información y proporcionen seguridad a las personas usuarias respecto de los productos y servicios que está proporcionando.
En conclusión, el IoT ha cambiado la manera en la que vivimos. Día a día lo percibimos en la transformación de los productos y servicios que adquirimos. Si bien no es del todo posible determinar el futuro que nos depara el IoT en cantidad de objetos y dispositivos interconectados, sí podemos identificar cuatro retos que enfrentaremos:
Desarrollo de la infraestructura necesaria para su despliegue.
Contar con personal capacitado que diseñe, programe, aplique y evalúe las estrategias de esta tecnología y su regulación.
Generar confianza y seguridad a las personas usuarias respecto a su funcionamiento, garantizando la protección de los datos y la privacidad.
Incentivar el uso de energías alternativas, más eficaces y menos contaminantes, para fomentar la eficiencia energética y la sostenibilidad.
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